lunes, 29 de junio de 2015

Sin duda la Tierra se destruirá en algún momento, y antes de eso casi seguramente se instaraurán las condiciones ambientales que imposibiliten cualquier tipo de vida terrestre, incluso la microbiana, y antes de eso nuestra especie se extinguirá; la gran pregunta es si eso tendrá lugar dentro de algunos miles de millones de años, o si eso se desencadenará la semana que viene

La noticia del fin del mundo causado por un asteroide o por la explosión de una supernova cercana, ya ha ilustrado la portada o las páginas interiores de numerosos periódicos y de unos cuantos sitios digitales, y titulares apocalípticos referentes a un cataclismo a nivel mundial, que en forma repentina o progresiva durante algunos cientos de años, disminuya en forma muy importante la población humana hasta llevarla casi a la extinción, tampoco son una novedad


Lo cierto es que si nos fiamos de teorías y estudios científicos, debemos concluir que hay certeza de que en algún momento la raza humana se extinguirá, así como también hay certeza que el propio planeta Tierra dejará de existir como tal, pues será destruido o bien por la expansión del Sol, nuestro astro rey, o bien destruido de alguna otra manera. La gran pregunta es si ello ocurrirá dentro de mucho tiempo, o si algún acontecimiento catastrófico se podría llegar a producir muy pronto, en el espacio de una única generación humana o de unas pocas generaciones.

Cuentan que a mediados de la década de 1970 el periodista italiano Sandro Paternosto, responsable de RAI TV en Londres, tuvo la brillante idea de montar un telediario que solo ofreciese buenas noticias. Su proyecto finalizó antes de siquiera empezar a andar ya que Paternosto no encontró financiación para llevarlo a cabo. Al ilusionado periodista le contestaron desde numerosos frentes lo mismo que nos repiten desde nuestros actuales noticieros día tras día: las buenas noticias no venden.

La idea más extendida es que lo que llama la atención del público son las noticias impactantes, trágicas, explosivas… ¿y qué hay más explosivo que un buen fin del mundo? Un buen día te encuentras hojeando el periódico y, entre página y página, te encuentras esto:


En este punto, y leyendo detenidamente la noticia, reconozco que no acierto a decir cuál es la razón por la que se publican estas estupideces. Quizá es que la información rigurosa interesa menos que las visitas, quizá es la desidia de muchos medios de comunicación hacia sus propios lectores, quizá es la falta de personal profesional, informado y con pensamiento crítico, que se niegue a publicar estas barbaridades, o quizá es que simplemente les importa un comino lo que aparezca en sus webs y periódicos, con tal que los mismos vendan o se vendan.

Después de haber leído estupefacto el anuncio en numerosos medios durante el decurso de algunos años, y a pesar de mis dudas sobre los motivos que llevan a algunos periódistas a publicar estas paparruchas, reconozco que hay algo de lo que sí estoy seguro: nadie en su sano juicio se cree ya este tipo de noticias. Ni siquiera los propios medios que la han publicado. Porque si realmente la creyesen, ¿cómo es posible que la publiquen en la página 15 o 18? ¿De verdad se acaba el mundo y no la ponen en portada?... No, ni siquiera los directores de medios y los periodistas se creen ya estas patochadas.

Y aun así, a pesar de la pérdida de credibilidad que cualquier medio debería sufrir por darle voz a este tipo de noticias, año tras año vemos cómo se publican los más variopintos apocalipsis, sin que los editores muestren un mínimo de sonrojo por el buen nombre de sus cabeceras.

El planteado es un tema recurrente que me ha llamado siempre la atención y que desde hace algún tiempo me gusta recopilar para comprobar que todos los años hay algún chiflado que anuncia el fin del mundo. Veamos:

En 1999 Paco Rabanne predecía que la estación espacial MIR caería sobre París, iniciando así el fin del mundo con el eclipse de Sol que le acompañaría.

En 2000 los errores informáticos debidos al cambio de siglo traerían la oscuridad y el deterioro a nuestra sociedad, colapsando las comunicaciones, la economía, y las cuestiones administrativas, y tal vez incluso la vida cotidiana tal y como se desarrolla hoy en día.

En 2001 tuvimos un aluvión con cientos de malos presagios que iban desde la venida de las naves espaciales previstas por la Iglesia del Advenimiento del Séptimo Día, hasta las locas predicciones de Gordon Michael Scallion y sus tecnologías desde el continente perdido de la Atlántida. Curiosamente nadie predijo la caída de unas torres en Nueva York.

En 2002 Ted Porter anunció que la segunda venida de Cristo se produciría el 23 de abril de ese año, exactamente a las 06:13 (hora de Jerusalén)

En 2003 la secta japonesa Pana Wave anunció que un planeta errante sería el causante del fin de nuestro mundo.

En 2004 el norteamericano Arnie Stanton realizaba su particular interpretación de Lucas 21:25 y vaticinaba el impacto contra la Tierra del cometa Toutatis.

En 2005 y según lo previsto en su libro “Mysterious numbers of the sealed revelations”, el iluminado John Zachary anunciaba el fin del mundo exactamente el 05 de octubre de ese año.

En 2006 nos volvimos a escapar por los pelos de un Armaggedon de los gordos porque según el escritor y periodista Michael Drosnin, autor del libro “El código secreto de la Biblia”, el mundo se acabaría por culpa de un holocausto atómico.

En 2007 Everett Vasek anunció la segunda llegada de Jesucristo para agosto, a pesar de que en el hemisferio norte es un mes bastante caluroso y nos iba a coger a casi todos en la playa de vacaciones.

En 2008 le tocó el turno a una facción de los testigos de Jehová que haciendo cálculos vaticinaron la llegada de su salvador el 21 de marzo, una fecha bastante más adecuada que la anterior pero que, desafortunadamente, también resultó errónea.

En 2009 la profeta Lori Adaile Toye y su Fundación “Yo soy América” preveía la inundación global del mundo. La buena vidente incluso vendía mapas con Estados Unidos sumergido en su página web.

En 2010 se ponía fin al mundo según las predicciones de la orden hermética “The Golden Dawn”.

En 2011, el apocalipsis más curioso nos llegó de la mano de miles de vallas publicitarias distribuidas por todo el mundo que, alquiladas por la cadena radiofónica “Family Radio”, anunciaban el fin del mundo para el 21 de mayo de 2011… Tras esa fecha los responsables continuaron con las vallas aunque les tuvieron que cambiar la fecha, retrasando el cataclismo mundial para octubre… y fallando de nuevo.

En 2012 tocó empacho maya. Su calendario nos augura las peores condiciones y algunos atrevidos han conectado el fin del ciclo maya con una explosión solar que devastará la Tierra justo el 21 de diciembre. Vamos, que nos tocará el gordo un día antes de que los niños de San Ildefonso nos reciten su célebre cantinela.

En 2013 y por si los rayos solares mayas hubiesen fallado, podemos echar mano de las predicciones que el monje ruso Rasputín realizó antes de morir, y que fijaban el fin de los tiempos para ese año.

En 2014, a pesar de que sería raro que el astuto Rasputín fallase, seguro que no nos salvaríamos de los malos augurios que la profeta religiosa Joanna Southcott lanzó antes de su muerte y que anunciaba para ese año el Apocalipsis descrito en el evangelio de San Juan.

Y por fin llegamos a 2015 en el que nuevamente la Biblia y sus códigos secretos vuelven a las portadas de los periódicos para amunciar la destrucción del mundo.

Parece que hay gente a la que no le gusta mucho la vida en este planeta azul, y está deseando, año tras año, que nos caiga una buena roca en la cabeza. Y lo más extraño de todo es que sigue habiendo periodistas, que les regalan sus medios de comunicación a esos extrafalarios augures, para que nos expliquen sus teorías conspiranoicas, con la esperanza tal vez de ganar un puñado de visitas a sus páginas digitales, o un aumento en las ventas de sus ejemplares sobre papel..

Como administradores del sitio digital "Misterios de nuestro mundo y del universo", convocamos al divulgador científico cultural Carlos Alberto Brunetto, para que arroje algo de luz y racionalidad sobre la cuestión planteada.

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