martes, 28 de diciembre de 2010

Restos o señales de la actividad de antiguos organismos: Los fósiles, partes de esqueletos, caparazones, conchas, y también impresiones carbonosas de plantas



Los hallazgos fósiles: Ciencia, mercantilismo, superstición

Los primeros hallazgos de restos fosilizados, han sido obra del azar.

Un movimiento sísmico que altera la estructura del suelo; la roturación de minas con fines industriales; la propia construcción de canales y vías férreas, o la simple apertura de zanjas para echar los cimientos de un edificio, dejan a veces, al descubierto, huesos, conchas de moluscos, o trozos de ámbar que conservan la impronta de algún insecto raro, y que por sus extrañas formas revelan la existencia remota de un mundo viviente ya extinguido.

Uno de los hallazgos más notables de todos los tiempos, fué el de un enorme mammut que apareció intacto en el año 1799 en las costas siberianas del océano Glacial, no lejos de la desembocadura del río Lena. El gigantesco animal, había permanecido más de 30.000 años sepultado entre témpanos de hielo, que lo conservaron de la descomposición. Al fundirse el hielo, el cadáver quedó completamente descubierto, tumbado en la arena.

La noticia de ese hallazgo se propagó rápidamente, llegando luego a oídos del paleontólogo Mikhail Adams o Michael Adams, que supo de su existencia cuando se encontraba en Yakutsk.

El curioso investigador emprendió de inmediato el viaje hacia el norte, haciendo su hallazgo con ayuda de Shumachov o Shumakov, un mercader que fue quien originalmente encontró los restos, tomando de allí solamente los colmillos del animal.

El animal en cuestión se había descongelado varios años atrás, y obviamente había sido presa de perros y lobos, pero conservaba casi toda la piel, con grandes mechones de pelo, y el esqueleto permanecía casi intacto.

Según la descripción del mercader, los colmillos del mamut, siguiendo su curvatura, darían una media de 9 pies de largo, y el cráneo, libre de los colmillos, un peso de 400 libras.

El Zar de Rusia compró el esqueleto por 8.000 rublos, donándolo a la Academia de Historia Natural de San Petersburgo.


Después de este hallazgo, aparecieron en las costas nórdicas de Siberia otros cadáveres de mamuts, descubiertos siempre de un modo fortuito, pues los naturales se enteraban de su presencia, por la afluencia de animales carniceros que acudían a comer la carne, la cual, protegida por los hielos y a pesar de sus tal vez treinta mil años, en algunos casos se conservaba en bastante buen estado.

Durante los trabajos de aperturas de zanjas, realizadas con fines militares desde 1860 a 1863, aparecieron en Amberes (Bélgica), numerosos restos de vertebrados de las épocas Terciaria y Cuaternaria, así como restos de ballenas, que dieron pábulo a la leyenda de los gigantes.

También en 1860, el esqueleto de un mamut fue encontrado cerca de Lier, y fue llevado al Real Instituto Belga de Ciencias Naturales, donde es exhibido desde 1869. En ese momento por cierto, y como ya se expresó, el único esqueleto de mamut expuesto al público se encontraba en San Petersburgo (Rusia).

En 1878, el mayor descubrimiento hasta la fecha de fósiles de Iguanodon, ocurrió en una mina de carbón en Bernissart (Bélgica). Por lo menos 38 ejemplares de Iguanodon fueron allí desenterrados, de los cuales 30 son exhibidos desde 1882 en el recién citado museo de Amberes.

Por su parte, la construcción de canales en Bélgica y Holanda, también dejaron al descubierto enormes cantidades de restos de mamíferos del período Mioceno y del período Glacial, los que en gran parte fueron trasladados al Museo de Bruselas.


En 1911, en Viena, se encontraron el cráneo y la mandíbula inferior de un colosal Deinotherium, un elefante primitivo de enorme cabeza, que al principio fue confundido con un gigantesco saurio.

Por su parte, en las canteras de piedra litográfica de Baviera, y especialmente en las de Solenhofen (o Solnhofen), explotadas desde 1738, se descubrieron preciosos ejemplares de crustáceos, peces, y otros fósiles, que facilitaron grandemente los estudios paleontológicos. A la izquierda, precisamente se puede apreciar un fósil de Archaeopteryx (o Arqueoptérix, ave primitiva), que se conservó con tal detalle, que sin duda puede catalogarse entre los más bellos y famosos fósiles del mundo.

También, las pizarras negras liásicas de Wurtemberg (o Wurttemberg), de donde el profesor Johann Behringer extrajo sus famosas piedras figuradas, constituyen por cierto un venero de restos fósiles, a pesar del fraude perpetrado por los ayudantes del citado profesor (por más detalles leer INTERPRETACIONES ERRÓNEAS DE LOS FÓSILES).

En los yacimientos de creta blanca de Petersberg (Alemania), conocidos desde la época de la dominación romana, se descubrió en el siglo XVIII el cráneo de un gigantesco reptil marino. Según los informes de Georges Cuvier, este cráneo medía un metro 30 centímetros de largo, y la longitud total del cuerpo superaba los doce metros.

Posteriormente también se encontraron en Bélgica, Holanda, Rusia, y Norteamérica, restos fosilizados de estos grandes lagartos acuáticos, que en su época, fueron los más grandes depredadores del mar.

Las minas de carbón guardan por cierto grandes depósitos de fósiles. A su explotación, se deben los hallazgos de insectos y arácnidos de las épocas más remotas. Ver en la imagen (abajo), la recreación del encuentro de los primeros restos fósiles de un Mosasaurus, que fueron descubiertos en una mina de piedra caliza cercana a la ciudad de Maastricht, en la Mosa (Bélgica), entre 1770 y 1780 (según fecha de distintas fuentes).


En las de formación reciente, se encuentran con frecuencia grandes rinocerontes prehistóricos, tapires, proboscidios, etcétera. La fauna fósil de mamíferos miocénicos de Göriach (Austria), Pyrmont (Australia), y Cadibona (Italia), fue descubierta durante la explotación de las respectivas minas carboníferas.

Casi todos estos hallazgos se refieren a las partes duras de animales prehistóricos, pues los tendones, músculos, vísceras, etcétera, sólo en condiciones excepcionalmente favorables son capaces de conservarse o de dejar trazas.

Los "mamuts siberianos" conservados en el hielo durante cientos de siglos, así como los "dinosaurios momificados" que aparecieron en las formaciones cretácicas de Norteamérica, son hallazgos insignificantes, si se los compara con el número de especies que abarcan los estudios paleontológicos.

De las mismas partes duras, no todas se preservan, y las pezuñas, garras, escamas, y cuernos, que son en realidad partes duras de los animales, suelen encontrarse sólo en forma de huellas, sobre rocas de grano finísimo y compacto.

En las pizarras liásicas de Suabia, se conservan formaciones cutáneas de los ictiosaurios fósiles, y en las calizas hojosas de Solnhofen, aparecen incluso impresiones de plumas y escamas (ver a la derecha un fósil de Geocoma carinata, un ofiuroideo de Solnhofen).

La conservación de los organismos del pasado, depende de factores muy diversos, pero principalmente de la composición del suelo en que se encuentran sepultados.

Las turberas, que más tarde suelen convertirse en depósitos de carbón; el loess, que es limo desecado y pulverizado de la época glacial; las tierras arcillosas que predominan en la Pampa; los pantanos asfálticos de California; las tierras calizas y las piedras oleaginosas; las lavas volcánicas; los hielos; etcétera, son medios apropiados para la conservación de fósiles.

En el ámbar amarillo, y sobre todo en la resina copal que es de formación más reciente (el primero es de la época Terciaria y ésta de la Glacial), los insectos sepultados en su interior se conservan íntegramente, facilitando así el estudio de todas sus partes.

Preservados del contacto con el aire, todos estos seres pueden conservar, durante miles de años, no sólo su esqueleto, sino también sus partes blandas.

La mayor parte de los hallazgos fosilíferos van a parar a los grandes Museos de Historia Natural.

En las secciones de Paleontología de los Museos de Norteamérica, de Londres, de París, de Bruselas, etcétera, pueden verse, alineados en extensas galerías, esqueletos de enormes mamíferos, peces, gigantescas aves, y variadísimos reptiles: caparazones de gigantescas tortugas y colosales armadillos; restos de corazas de inmensos dinosaurios; cráneos, dientes, y huesos, de animales enormes, así como también millares de conchas de gasterópodos, ammonites, y lamelibranquios, que se exhiben encerrados en elegantes y transparentes vitrinas.


En el Museo de La Plata, en Provincia de Buenos Aires (Argentina), uno de los más importantes del mundo, existen preciosos ejemplares de la fauna prehistórica de Sudamérica, procedentes en su mayor parte, de los yacimientos fosilíferos de Santa Cruz y de La Pampa. En la ilustración anterior, se muestra la reconstrucción de un Toxodonte, mamífero originario de Sudamérica, los que se extinguieron hace solamente 16,500 años, y que sin duda fueron cazados por humanos de aquellas épocas.



Agradecimiento y cierre:

Destacamos la invalorable colaboración de los ingenieros Juan Carlos Anselmi Elissalde y Aulo Fernando García Texeira en las ilustraciones que engalanan este artículo.

Se aclara además que todos los artículos de este sitio digital de autoría del suscrito Carlos Brunetto, tienen por objetivo principal el empoderamiento de las actividades educativas y de divulgación cultural, así que un importante esfuerzo ha sido hecho para presentar conceptos, descubrimientos, teorías, y conclusiones técnicas y socio-políticas, sin utilizar un rebuscado vocabulario propio de especialistas, y tratando de presentar las ideas con el mayor rigor posible aunque siempre buscando sencillez y fácil comprensión.

Esperando que este contenido haya sido de utilidad y agrado para los benévolos ciberlectores, como es habitual Brunetto se despide de todos con un fuerte abrazo, y hasta la próxima entrega.


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