jueves, 13 de mayo de 2010

Biodiversidad Parte I: La protección de especies endémicas no es tarea sólo para nostálgicos; allí también se juega el futuro de nuestra especie


Año Internacional de la Biodiversidad: 2010

««El mundo es nuestra casa, y el águila nuestros ojos vigilantes. El árbol bombea nuestra sangre, y la hierba crece y nos refresca. Los ancestros nos dijeron: "Ahora que hemos recibido todas estas cosas como legado, os corresponde vigilarlas, para que permanezcan siempre, y para que siempre podamos disfrutar de ellas". Así fue cómo los seres humanos fueron encargados de ser los guardianes del planeta.»»




El hombre, el ser humano, cree en su arrogancia, ser el indiscutido amo y señor del mundo animal y del planeta todo, por su habilidad e inteligencia, por sus obras y creaciones, por su dominio sobre otras especies, por su supuesto grado más alto de perfeccionamiento biológico, por su rol de gran depredador, por su irrefrenable impulso de conquista que le ha llevado a los más inaccesibles puntos del planeta e incluso al espacio exterior.

Hoy día difícil sería a nuestra mente imaginarnos un mundo animal sin humanidad, imaginarnos un mundo viviente sin nosotros. Sin embargo, ha sido ese el verdadero cuadro de la historia del globo durante millones de años, cuando ya la vida orgánica se había establecido en él, pero ni aún los mamíferos habían hecho su irrupción.

El hombre pertenece obviamente al grupo de los mamíferos, y es, desde luego, el animal más moderno de cuantos han aparecido sobre el planeta, siendo su estado actual, de superioridad mental, una adquisición relativamente reciente.

Su desarrollo, embrionario aún, recapitula de un modo abreviado, una gran parte de los estados fundamentales por los que los seres vivos han pasado en el planeta Tierra durante su evolución orgánica.

Todo comenzó con una simple célula huevo, pasando después por estados comparables a las formas vivientes más inferiores, que por cierto todavía se encuentran en el seno de los mares.

El embrión humano pasa rápidamente por estados cuyo desarrollo representa millones de años en el desenvolvimiento de la vida en el globo, hasta que ya se reconoce en él la organización de un vertebrado, y hasta que finalmente adquiere los rasgos que caracterizan a los mamíferos y a los propios homínidos.

El gran desarrollo del cerebro humano, residencia del pensamiento y de la imaginación, no halla, sin embargo, semejanza en la historia evolutiva de la vida en el planeta Tierra. Por esta circunstancia, es de presumir que le fue otorgado el dominio del Mundo.

Se ha intentado catalogar los primeros pasos y los primeros estados de la historia evolutiva de la vida orgánica, pero esta relación es incompleta y fragmentaria, no obstante que algunas de las formas más antiguas de vida han dejado rastro de su existencia en montañas y hasta en cordilleras, formadas principalmente por sus restos esqueléticos fosilizados.

Muchas populosas ciudades, hoy florecientes, asientan sus cimientos sobre una masa de diminutas conchas petrificadas, que cayeron y se depositaron por millones en el fondo de aquellos océanos remotos.


Estos mares oceánicos cambiaron luego la posición de su lecho, a lo largo de los eones.

Al mismo tiempo que aparecen los vertebrados en tierra firme, aparece también un escorpión, el paleophon, que representa el primer animal terrestre conocido.

Ese fue un día solemne en el historia del mundo, puesto que según lo que se sabe hoy día, en él surge el primer animal que logra salir y arrastrarse fuera de las aguas.

Llegado este momento, la crónica de la historia del mundo viviente adquiere un rápido desarrollo.


Salvando de un salto millones de años, aparecen los peces acorazados, que son uno de los descubrimientos más notables que los fósiles han revelado.

Lamentablemente no tenemos hasta el momento, noticias de las formas intermedias que han debido conducir a esos animales tan especializados.

Pero ese es un ejemplo rotundo en el que la historia de la evolución se ilustra con un ejemplo gráfico.


El gran combate por la existencia, por el dominio, y por el perfeccionamiento orgánico, había comenzado y seguiría a ritmo vertiginoso.

La aparición del ser humano, era por cierto todavía un hecho lejano en aquellos tiempos, pero la lucha comenzada con la aparición de la vida marina y proseguida después en tierra firme, estaba en su apogeo.

Los peces se habían procurado una eficaz armadura de robustas placas protectoras, y su boca estaba guarnecida de formidables y agudos dientes prensores.


"Devorar o ser devorado", era el lema de aquellas edades.

El escorpión, impelido por las circunstancias, se traslada a tierra firme, así buscando refugio, y defendiéndose con su singular aguijón.


Sin embargo, en las aguas quedaron y copiosamente subsisten, abundantes representantes de familias y grupos muy afines a él.

En la misma línea evolutiva que estos seres, pero en posición mucho más elevada, estaban los artrópodos, especialmente los insectos y las arañas, representando estos animales una nueva era en la historia del planeta.

El grupo de los insectos estaba destinado a ejercer decisiva influencia sobre otras formas vivientes. Unos llegaron a ser parásitos o hacían presa en otras especies animales, jugando un papel importantísimo en el mundo vegetal, y hasta preparando el camino para la propia especie humana. Este grupo englobaba los seres más refinados de todos los que entonces existían.

La aparición de los insectos en los tiempos en que las restantes formas orgánicas eran aparentemente tan diferentes a ellos, ha sido un enigma para muchos.

Sin embargo, los valiosos estudios de Sir John Lubbock han aclarado el punto.


Parece, a primera vista, que son escasos los caracteres comunes entre la libélula, la polilla, la abeja, la hormiga, el cínife, la langosta, y otras especies menos familiares, pues difieren en aspecto, forma, color, tamaño, y género de vida.

Los entomólogos sin embargo,lograron demostrar que tales insectos, a pesar de diferir grandemente en los detalles, están constituídos de acuerdo a un mismo plan común.

También demostraron que mientras las formas adultas son muy diferentes entre sí, las formas embrionarias son mucho más semejantes, pudiéndoseles reducir más fácilmente a un ancestro común.


Continuaremos con estos temas en próximos artículos; los perfumes se aprecian cuando vienen en frasco chico.


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CULTUREMAS PARA EL SIGLO XXI, HIPERTEXTOS EDUCATIVOS, SAPIENCIARIO DE DIGIMUNDO

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